Introducción -
Siempre se atrajeron por su pasión por la gastronomía. Tras la puerta azul, compartían largas charlas sobre cocina y deseaban poder concretar un proyecto en conjunto. Por distintos motivos de la vida, nunca más se vieron, ni se hablaron. Una de las penas más grandes, es que jamás compartieron siquiera una cena juntos.
Habrá un destino o fuerza mayor que logre volver a unirlos y regalarles esa comida pendiente? Porque aunque la felicidad eterna no exista, la plenitud puede radicar en una milésima de segundo. Y una comida, sólo una comida bastará para que éstos puedan experimentar la eternidad mediante ese encuentro.
Capítulo 1 -
Era mi cumpleaños n° 28. Llegué a casa, y sobre la mesada había una caja de bombones con una nota de Vito que decía que esa noche cenaríamos juntos en mi restaurante favorito. No hacía falta ninguna palabra más, sabía perfectamente a que lugar se refería. Joies era el único sitio en el mundo donde se unían a la perfección mi pasión por comer y cocinar. Agarré el regalo, lo guardé en la alacena y suspiré profundamente. Me ponía de muy malhumor recibir chocolates con forma de ♡, pero Vito era de otra generación y atribuía todas nuestras discrepancias a esos 15 años que nos separaban. Me fui a la habitación del departamento que compartíamos en Bs As y me dispuse a agradecer los saludos que había recibido al celular. Tenía intenciones de descansar un poco, venía rindiendo los últimos exámenes de cocina y, junto con las prácticas, estaba durmiendo poco y nada. Puse el despertador a las 19, necesitaba al menos un par de horas para alistarme y Vito pasaba a buscarme cerca de las 21. Como buen caballero y señor ansioso -debo confesar que esto último fue lo 1° que se me vino a la cabeza- a las 9 en punto estaba estacionado de la vereda de enfrente, esperándome. Tarde 15' en bajar, a último momento decidí cambiar mi look formal por un vestido más casual y fresco. Llegué al auto, besé a Vito y nos dirigimos hacia nuestro destino -Carrie de Europe sonaba de fondo-. Apenas arribamos, el chico encargado del parking nos pidió las llaves del auto para poder estacionarlo. Estábamos frente a la puerta azul eléctrica de Joies y yo no podía disimular mi excitación. Joies era el restaurante de Eugène Vierne, un chef francés talentoso, creativo y lleno de magia. Cenar ahí era un verdadero lujo para el paladar y una experiencia inolvidable. Sus platos eran obras maestras y no había buen cocinero que no deseara trabajar con él. El restó había abierto en 2015 y, a la fecha, ya tenía excelentes críticas gastronómicos y varios premios internacionales. Vito conocía a Eugène, había sido el arquitecto encargado de la remodelación de Joies. No eran amigos pero habían ganado mucha confianza. Una confianza que Vito utilizaría esa noche a su favor para darme una sorpresa inesperada.
Capítulo 2 -
Cuando salimos de Joies llovía a cántaros y con Vito corrimos al auto para refugiarnos del aguacero. Aún me encontraba súper eufórica, deseaba estar a solas con él para poder agradecer su sorpresa y darle un abrazo. En una semana nada más empezaría como pasante en el mejor restaurante francés de Bs As y eso era gracias a su ayuda. Durante el viaje de regreso a casa, Vito estuvo burlándose de mí diciendo que me había faltado desmayarme ante la propuesta de Eugène. A decir verdad, no era la oferta laboral lo que me había descolocado sino el hecho de que entre los miembros de su equipo estaba al chico más lindo, sexy y rebelde que jamás había visto en vida. Recuerdo a Eugène y Vito hablándome, y yo percatándome de que lo estaban haciendo cuando ellos ya se habían dado cuenta de que no les estaba prestando nada de atención. Es que Manu, como lo había presentado Eugène, era un ser humano magnético. El gesto con el que se apartaba el pelo de su cara, la manera en la que hablaba y se movía habían logrado paralizarme. Hoy, 2 días desp., pienso en ese maldito mito llamado Manuel y un sudor frío recorre mi espalda de punta a punta. Estaba en la mitad de mis pensamientos cuando sonó el teléfono. Era Vito llamandome desde su trabajo. -¿Qué pasa amor?- pregunté mientras comía una manzana, antes de irme a rendir, y trataba de convencerme de que la fruta estaba igual de buena que ese budin de chocolate que había hecho la tarde anterior. -Amanda, hace unos minutos me llamó Eugène y quiere que vayas a Joies hoy por la tarde para ultimar algunos detalles del contrato- me apoyé sobre la mesada de la cocina con tanta fuerza que creo haber rasgado un pedazo del mármol. -A qué hora te dijo?- hice la pregunta rogando que me de tiempo de volver del instituto a casa para poder ducharme y arreglarme como que quería. -Alrededor de las 18. Ahora tengo que dejarte, estoy muy ocupado. Ah, y suerte con tu exámen-. Corté el celular, fui al baño y me quedé un rato mirando la nada misma, imaginando cómo sería mi 2° encuentro con Manuel y, si él estaría al tanto de mi visita al restaurant. Estaba a punto de vivir un día largo e intenso y no sé si estaba preparada para eso.
Capítulo 3 -
Mi 1° trayecto hasta Joies fue un calvario, nunca había estado tan nerviosa -ni siquiera cuando fui a la primer entrevista con Eugène-. Una niebla espesa cubría la ciudad y el bus iba repleto de gente. Las manos me transpiraban y sentía que hasta me había olvidado de cocinar. Cuando llegué, tardaron tanto en abrir la puerta azul de personal que casi me muero. Traté de respirar hondo y prestar especial atención a las enredaderas que cubrían los laterales de la fachada cuando escuché pasos del otro lado de la entrada. Quien me recibió fue un hombre de unos cuarenta y pico de años, muy canchero. -Amanda, verdad?- me preguntó amistoso. -Sí- respondí tímidamente. -Bienvenida a Joies, soy Arturo. Acompáñame que Eugène te espera en su oficina. Era muy temprano, aún no había casi nadie y eso me tranquilizó bastante. Después de un intercambio ameno con Eugène y, de haber recibido la chaqueta con mi nombre, nos fuimos a recorrer las instalaciones. Nunca había visto una cocina tan amplia, luminosa y bien organizada. Cuando mis ojos observaban todos los detalles del lugar la presencia de alguien detrás mío me asustó y, al dejarle paso, descubrí que se trataba de Manuel. Enseguida me arrepentí de haberle dado la mano y no haberlo besado directamente. En el momento en que mi mente volaba alto, la voz de Eugène interrumpió mis pensamientos y comenzó a presentarme al resto del equipo. -A Manuel ya lo conoces. Es el jefe de cocina. Ellos son Arturo, Nerea, Andrea y José, los jefes de partida- dijo mientras los señalaba uno por uno. Asentí pero estaba muy alterada como para memorizar ningún nombre. Hechas las presentaciones correspondientes, Eugène le indicó a Manuel que trabaje un rato conmigo y que luego me haga pasar por el resto de las partidas. Manu se giró hacia mí, apoyó su mano en mi hombro y me indicó su sector de trabajo. -Estaremos codo a codo. No te preocupes que es un buen lugar. No dudes en pedir ayuda- dijo Manuel con su sonrisa pícara. -Gracias. Seguro la voy a necesitar- contesté con voz temblorosa. A partir de ese día ganamos una confianza tal que sólo amigos de toda la vida pueden lograr. Un par de meses desp., decidía terminar mi relación con Vito.
Capítulo 4 -
Los últimos 8 meses fueron emocionalmente muy intensos. Desde que terminó mi relación con Vito, hablamos un par de veces por teléfono pero sólo por cuestiones de logística. Todavía me angustiaba haber puesto fin a nuestra historia pero estaba segura que mi decisión había sido la correcta. El trabajo venía viento en popa y no paraba de aprender cosas nuevas. Joies era una máquina precisa donde los sabores, texturas, colores, emplatados y tiempos de espera entre plato y plato eran perfectos. Cada noche antes del servicio, Eugène reunía al equipo para ultimar detalles y nos arengaba bajo el lema "sigamos siendo los mejores siempre". El ambiente laboral era agradable, distendido y contaba con la presencia del hombre más sexy del mundo: Manuel. Debo confesar que, aunque ya había pasado bastante tiempo, su presencia aún me perturbaba y distraía. Hacía más de un trimestre que trabajaba con Nerea, la jefa de partida del sector de postres. Ella estaba a punto de tener a su bebé y Eugène me había propuesto reemplazarla durante su licencia. Todavía recuerdo cómo se reía Manuel cuando salí de esa reunión con Eugène. Estaba tan pálida que atinó a ofrecerme una silla junto con un vaso de agua azucarada por miedo a que cayera redonda en la mitad de la cocina. Nos habíamos convertido en muy buenos "amigos" aunque, a decir verdad, yo estaba a un sólo beso de morir de amor x él. Con la excusa de disipar dudas acerca de mi nuevo puesto, siempre éramos los últimos en abandonar Joies. Nos quedábamos hs. charlando sobre técnicas culinarias y posibles recetas para futuras cartas. Fue la otra noche, mientras bromeábamos con mudarnos a la Costa Azul y abrir un pequeño restaurante, cuando perdí control de la hora y con ello el último bus a casa. Estaba a punto de pedirme un taxi pero Manu se ofreció a llevarme en su auto. Nunca habíamos estado juntos fuera de Joies por lo que, durante el viaje, se respiró cierto aire de nerviosismo. Apenas llegamos, y mientras atinaba a despedirme lo más rápido posible, Manuel propuso que saliéramos a cenar alguna noche. Sonreí y acepté, tratando de disimular las mariposas en mi panza.
Capítulo 5 -
Hoy se cumplen 10 años de la apertura de Joies y 3 que trabajo en él. Cuando Nerea estaba por terminar su licencia y retomar con el trabajo, tomó la decisión de no volver y quedarse a cargo del cuidado de su hijo recién nacido. Fui la responsable del sector de postres por más de 24 meses hasta que Eugène me nombró jefa de cocina y me convertí en su mano derecha. Ocupar el puesto que había sido de Manuel me resultaba extraño y hacía que lo echara mucho de menos. Desde que se fue a Europa hablamos un par de veces pero muy aisladas entre sí. Sé que trabajó en Londres y que luego se instaló en la Costa Azul, pero nada más. La mayor parte de la información me llegaba por Eugène o Arturo, quiénes sí eran íntimos amigos de Manu. -Cambio su número de teléfono a una línea francesa- escuché a Arturo contándoselo a José, jefe de partida del sector de pescados. Casi muero cuando caí en la cuenta de que no me había compartido su nuevo contacto. Esa noche Joies iba a permanecer cerrado para festejar su décimo aniversario y recibir a los 50 invitados de Eugène. La idea era celebrar con un cóctel sencillo en el que Eugène quería que participe como invitada y no como empleada. El reloj de mi departamento marcaba las 19.05 y la cita en Joies era a las 20.30hs. Estábamos a mediados de julio, el viento soplaba helado y mis ganas de salir disminuían minuto a minuto. Me alisté en tiempo récord, tomé un taxi en la puerta de casa y llegué 20 minutos más tarde de lo pactado. Entré por la puerta de personal porque, aunque no estaba a cargo del servicio, quería chequear que todo esté bajo control. Saludé al equipo y me encontré con Eugène quien, prácticamente me arrastró hacia el salón comedor para que saludara a todos sus amigos. Mientras interactuaba con el hijo de Nerea alguien apoyó su mano en mi hombro e hizo que me sobresaltara. Me giré rápido y ahí estaba, otra vez frente a mí, el hombre más sexy del mundo. -Hola Amanda- me dijo Manu sonriendo por mi cara de asombro. -Hola Manuel, que gusto verte- respondí boquiabierta.
De más está decir que durante todo el evento no pudimos separarnos. Apenas terminó la reunión, nos fuimos juntos a casa y pasamos una de las noches más lindas de mi vida. Al día siguiente, nos regalamos nuestra cena pendiente y nos prometimos que, cada año, nos reuniríamos en algún restaurante del mundo donde podamos disfrutar de nuestra pasión por la gastronomía y de nosotros mismos.